Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama, aterrizó ayer en Barcelona para iniciar una visita de tres días que ha levantado una gran expectación. Es la cuarta vez que el nobel de la Paz de 1989 visita la capital catalana, aunque la última fue en 1997 y desde entonces ha habido dos intentos frustrados. Quien encarna en una sola persona la condición de líder religioso y la de representante de un Tíbet sometido al yugo de China que vive exiliado en la India, arriba como mesías, invitado por la Casa del Tíbet en Barcelona.
Su acto principal será la conferencia «El arte de la felicidad» que pronunciará hoy en un Palacio Sant Jordi lleno, 10.000 entradas vendidas, aunque en su agenda también hay una recepción, mañana, con el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach. Pero antes, en la mañana de hoy, víspera de la Diada de Cataluña, será recibido por el vicepresidente de la Generalitat, Carod-Rovira. y por el presidente del Parlament, Ernest Benach. El presidente Montilla ha delegado en el líder de ERC, se escuda la versión oficial en que suyas son las competencias en asuntos religiosos, y no se verá con el Dalai. Ejem.
Ya veremos si los independentistas Carod y Benach utilizan el evento para convencernos de que Cataluña es una suerte de Tíbet -¿jugamos un amistoso de fútbol?-, aunque por lo oído ayer, el Dalai no viene muy reivindicativo. Tenzin levitó sobre muchos asuntos políticos -ni se habló de China-, si bien soltó mensajes de calado, como cuando se pronunció a favor de la separación entre Iglesia y Estado, o de que las escuelas impartan una educación «secular, laica, respetando todas las religiones» (aunque esto conviene a los budistas de estos lares, claro).
Otrora, se le preguntó por el futuro del Tíbet, y recordó que está «semiretirado» y que desde hace seis años los líderes políticos de su pueblo son elegidos democráticamente. Sobre el devenir de la institución del Dalai Lama, su sucesión, afirmó que dependerá de lo que quiera su pueblo y remató: «lo que venga detrás es cuestión del siguiente».
En vano, el auditorio -budistas, periodistas y ambos en uno- le arrimó a la polémica. Se le preguntó cómo deberían conseguir la autodeterminación algunos pueblos de España, mas él espetó: «Generalmente en Occidente se tiene democracia, parlamentos y libertad de expresión. Podéis expresar lo que queréis y decidir entre todos». Hubo aplausos a la réplica.
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