Resolver un crimen o determinar la paternidad de una persona ya no son las utilidades más populares del ADN. La nueva moda es convertirlo en arte.
Varias empresas norteamericanas se dedican desde hace un tiempo a transformar el perfil genético de una persona en cuadros de vivos colores y formas geométricas. Y les va viento en popa. Parece que colgar la expresión gráfica del ácido desoxirribonucleico propio sobre el sofá del salón se está volviendo toda una tendencia al otro lado del Atlántico.
"Vivimos en la era de la personalización de la masa. Ocurre desde en los vaqueros, a los zapatos o los coches", comenta Adrian Salamunovic, miembro de la empresa canadiense DNA 11. "Hay además una gran explosión del interés en la ciencia forense, las series de ficción sobre investigación policial y el ADN".
De hecho, la versión neoyorquina de la popular serie CSI mostró una pieza de DNA11 en un episodio reciente. En él, una sospechosa fue detenida después de que los investigadores usaran un cuadro con su ADN para conocer su perfil genético sin necesidad de solicitar una orden judicial. Sin embargo, Salamunovic asegura que esto nunca podría ocurrir en la vida real.
"En el momento en que el ADN se extrae y es enviado a nuestra empresa como un archivo digital pierde su valor forense. Es una imagen bonita, una firma única, pero no hay datos científicos en él", aclara.
Los cuadros de DNA 11 se han convertido en uno de los productos mejor vendidos en la tienda del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
A través de la página web de la empresa, www.dna11.com cada persona puede elegir distintos colores y formas de lienzos donde se imprimirá su código.
Desde 2005, este negocio ya ha conseguido vender miles de cuadros en más de 50 países. Y la demanda parece seguir creciendo. Su precio inicial es de 390 dólares, pero las ventas crecen un 20% cada mes.
No son los únicos en el mercado. La compañía neoyorkina DNA Art Forms avanza un paso más en la personalización de las obras y, en vez de imprimir el código genético, un artista pinta un perfil genético y añade impresiones propias basadas en conversaciones con los clientes.
"Quiero ser capaz de escuchar para luego ser capaz de trabajar contigo para convertirlo en una obra de arte", comenta Catherine Dapra, encargada de la realización de las obras.
Además de secuencias individuales, esta artista también fusiona dos perfiles, subrayando semejanzas y diferencias entre hermanos, parejas o amigos. El precio inicial de sus trabajos arranca en los 2.000 dólares.
"Para mí, la mayor recompensa del proceso es la intimidad que proviene de explorar las formas de comunicar tu individualidad. El ADN es precisamente el comienzo", concluye.
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