sábado, 7 de abril de 2007

Asunción

Otro día más en Asunción
Sus labios coloreaban de carmín la pajita mientras aspiraba con fuerza el líquido lechoso que el camarero llamó horchata. El pelo negro, corto y rizado, rezumaba el calor inextinguido por la brisa que recorría el puerto.

La sombrilla frenaba el sol y evitaba que su piel sufriera aún más el desgaste de una vida laboral al aire libre. Llevaba unos pantalones blancos que cubrían sus piernas alámbricas hasta las pantorrillas. La blusa azul marino y la pequeña flor roja que llevaba en la solapa completaban su look francés, tan demandado entre los clientes y tan falso como su nombre artístico. El acento argentino (o paraguayo o uruguayo, no los sabía distinguir) del camarero indicó que quería cobrar y ella, sin inmutarse, le dio 100 guaraníes. Estaba inquieta, esperaba una llamada y el móvil no sonaba. Eran las 3 de la tarde y no había nadie por las calles. Su cliente no llegaba pero tampoco llamaba. La humedad aplastante la asustaba pero no tanto como que no llegara su cita. La noche caería a las seis y con ella, inocentes recién desvirgadas también pretenderían buscar el dinero entre los que no lo tienen, y sabía que no podía competir.

Dan las tres de la tarde en Asunción. El sol y la humedad se han conjurado una vez más para asustar a su cliente. Ella desespera y se va, y aunque espera otra llamada sabe que entre semana hay poco trabajo.

A las seis de la tarde los dulces y felices guaranís despiertan. Las primeras sonrisas inocentes se vuelven a oír, los rostros morenos y apacibles vuelven a vivir. Aquellos que sin saberlo pueblan lo que los europeos llaman miseria gozan. La ciudad despierta y ella camina junto al puerto. El murmullo de los sin techo la atosiga. Un carro menonita aparta junto a un restaurante lleno de hijos de nazis. El olor de la carne asada la llena de rabia. La noche tropical cae y ella, un a vez más, espera en una esquina buscando el dinero entre los que no lo tienen. Otro día más en Asunción.

1 comentario:

Unknown dijo...

Bonita evocación de un momento y un lugar, personal y colectivo, concentrado en la espera y el nerviosismo de una pilingui paraguaya.

Confunde un poco el cambio de tiempo verbal en el penúltimo párrafo.