Mientras que los fastos funerarios en honor al alcohólico ex-presidente ruso Boris Yeltsin dilapidan ingentes cantidades de dinero público, cientos de miles de rusos continuan muriendo a diario en las calles del inmenso país-continente más probablemente jodido de la historia reciente.
Yeltsin subió al poder en 1990, pero no fue hasta 1993, una vez deshecha la unión soviética e ilegalizado el partido comunista de la URSS, y tras la escenita de los tanques, desalojo del parlamento, etc... que se convirtió en verdadero presidente de Rusia.
A pesar de que en apariencia fuera un bonachón, la verdad es que por activa o por pasiva consiguió un auténtico logro: para 1995 la esperanza de vida del ciudadano medio había decrecido hasta los niveles de Bolivia o Egipto. Es decir, de los 72 años de esperanza de vida media en los 80, se pasó a los 55 años; la mortalidad entre los adultos creció un 30% entre 1992 y 1995, y la mortalidad infantil creció un 15% entre 1993 y 1995; pero lo que es peor, de los niños que nacieron entre 1990 y 2000, el 10% presentabla problemas congenitos, y el 50% presentaba enfermedades crónicas. Ahora con Putin las cifras dicen otras cosas, ¿pero son creíbles esa cifras?
Hay miles de razones para esta catástrofe.
Desde el punto de vista económico, para luchar contra una inflación galopante alguna mente lúcida diseñó un plan que devaluó el rublo comunista vertiginosamente y que obligó a su conversión por el nuevo rublo. El cambio de moneda sólo se pudo hacer en un brevísimo intervalo de tiempo con lo que miles de personas se quedaron sin los ahorros de toda su vida de la noche a la mañana, sobretodo porque tras las numerosas quiebras bancarias en la época la mayoría de la gente decidió guardar el poco dinero que tenían en sus casas. A todo esto, en Rusia no abundan los bancos precisamente, y menos en el centro y este del país.
A la debacle económica, de la que algunos avispados y bien situados sacaron pingües beneficios, siguió una debacle mental.
La transición de un papá estado que te lo da todo a vivir en el país más liberal del planeta se hizo en cuestión de meses, y la gran mayoría de gente no pudo aguantar la presión. Los más perjudicados fueron los mayores de 45 años, muchos de ellos se quedaron sin trabajo, sin dinero e incluso sin calefacción. ¿Qué hacer entonces? Te aferras a la amiga botella de vodka, pero claro, el equipo económico de Yeltsin pensó que era un filón de oro, así que hala, a hinflar a impuestos el alcohol. ¿Qué ocurre? Pues que surgen los alambiques ilegales que provocan miles de muertos por intoxicaciones de alcohol letal.
Mi opinión sobre el panorama ruso actual no es muy halagüeña. El país está dividido entre los 20 millones de moscovitas que gozan de un cierto poder adquisitivo, tienen acceso a excelentes servicios (de pago) y viven en la ciudad más cara del planeta, frente a los otros 100 millones de habitantes de Rusia, muchos de ellos aún subsistiendo con 100 dolares al mes cuando una botella de leche vale lo mismo que aquí.
Sé que todos los males no son achacables a Yeltsin, sino a todo un sistema del que él fue la última pieza visible. Esperemos que con su muerte, desaparezca también la mala racha que desde mediados del siglo XIX asola a Rusia.
RIP
2 comentarios:
Tampoco le puedes echar toda la culpa la debacle soviética y sus consecuencias a él, no?
Muchas de las calamidades que mencionas son consecuencia directa del fracaso de la economía socialista... sembrada y perpetrada muchos años atrás.
Que se podía haber llevado la transición de una manera menos salvaje... todalmente de acuerdo. Pero si se le fue de las manos a Gorbachev... a ver quién tenía cojones de domar ese caballo desbocao (citando a tu predilecto Julio Iglesias).
En cualquier caso, tú estabas a pie de calle. Lo sabrás mejor.
No, no le echo toda la culpa a él, pero quizás si hubiera estado más atento y menos borracho, los que le rodeaban no hubieran expoliado tanto el país.
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