viernes, 6 de abril de 2007

Poderoso caballero

En un artículo de opinión de un tal Richard Conniff (autor de "The Natural History of the Rich"), he encontrado una posible explicación de cómo gente perfectamente normal se vuelve gilipollas cuando tienen un poco de poder:
[...] The researchers went on to theorize that getting power causes people to focus so keenly on the potential rewards, like money, sex, public acclaim or an extra chocolate-chip cookie— that they become oblivious to the people around them.
Indeed, the people around them may abet this process, since they are often subordinates intent on keeping the boss happy. So for the boss, it starts to look like a world in which the traffic lights are always green (and damn the pedestrians). Professor Keltner and his fellow researchers describe it as an instance of "approach/inhibition theory" in action: As power increases, it fires up the behavioral approach system and shuts down behavioral inhibition.
The corollary is that as the rich and powerful increasingly focus on potential rewards, powerless types notice the likely costs and become more inhibited [...]

A la inversa, los tipos deshinibidos por naturaleza actúan sin miedo y sin consideración a los demás, asumiendo más riesgos e ignorando las consecuencias. A más riesgo y menos ética, mayor recompensa potencial. Eso explica por qué muchos gilipollas patológicos se hacen ricos y poderosos.

1 comentario:

Brevedades dijo...

Estos son los mismos principios que la bolsa. Cuando más dinero gano es cuando invierto en cosas superarriesgadas, es decir, lo que se conoce con el eufemismo de Renta Variable (y tanto que varía la jodía) y si no ahí tienes mis acciones del BBVA o las de Telefónica, que suben pasito a pasito, mientras que las de Gilead o Befesa, se me revalorizaron un 100% el año pasado (las de liox ahí las tienes, para atrás como los cangrejos).
La vida es riesgo, eso es lo que no hay que olvidar. Puedes tener una buena racha, pero también te puedes quemar por el camino, y a veces la quemadura no es proporcional al riesgo, sino mucho mucho mayor. La pregunta es, ¿merece la pena la posibilidad de quemarte? Pues en mi caso, antes de quemarme, te hubiera dicho que sí, pero después, no sé yo... En fin, ¿a lo hecho pecho?